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- Siguen sin haber tomado ninguna decisión - le dijo Domino.
- Sí que la han tomado. Cada minuto que pasa hace más difícil revelar que fue un
sabotaje. Dentro de poco se verán obligados a dar una razón que justifique el retraso en
informar de eso, y les bastará pensar en ese punto para que acaben de tomar la decisión.
- Bueno... Sí.
- Por lo tanto, ¿cómo lo hicieron? ¿Crees posible que Cikoumas se dedicara a rondar
por el aeropuerto? Claro que no. ¿Qué empleado del sanatorio? ¿Qué esbirro? ¿Quién?
- Estoy trabajando en ello. Mientras tanto, el avión de Daugerd acaba de llegar al
atracadero de la Hanrassy. Hora local de allí: las siete treinta y cinco minutos.
Michaelmas miró su reloj. Las dos treinta y cinco.
Frontiere se inclinó a través del pasillo.
- Diez minutos más y estaremos allí, Laurent. - Su teléfono sonó en ese mismo
instante. Metió la mano dentro de su chaqueta, sacó el aparato y se colocó en el oído el
auricular privado, respondiendo a la llamada con los labios pegados al micrófono. Su
rostro se iluminó con una expresión de placer -. Del grazia - dijo, guardó el aparato y
contempló a Michaelmas con cierta incredulidad -. Bien, tu chiste ha resultado ser cierto -
le dijo, acercándose un poco más a su asiento -. El emisor parece ruso. La técnica
utilizada en el montaje es rusa. Pero nuestro equipo de análisis muestra que parte del
material sólo se parece al material utilizado normalmente por los rusos; la estructura
molecular es diferente. Nuestros programas de análisis lograron detectar esa anomalía
mientras que los utilizados por Norwood cuando estaba en el sanatorio de Limberg fueron
incapaces de hacerlo. Alguien se esforzó mucho para que el material de unos circuitos se
pareciera al material de otros circuitos de una utilidad práctica ni mayor ni menor que la
suya. ¿Qué razón iban a tener los rusos para hacer semejante cosa?
Frontiere sonrió.
- No, alguien está intentando liar las cosas. Pero podemos estar casi seguros de que
no se trata de los chinos, y si no se trata de ellos ni de los rusos, entonces la situación no
es ni mucho menos tan grave como pensábamos. - Volvió a sonreír -. No es más que
algún maldito grupo radical que ni tan siquiera ha conseguido matar a nadie, y ése es un
problema que podemos resolver con cierta facilidad. - Se irguió un poco más en el asiento
-. Hicimos bien esperando un poco. - Sus dedos tamborilearon sobre el brazo del asiento -
. Bien, ¿y ahora qué? - dijo distraídamente, con los ojos aún chispeantes de placer -.
¿Qué es lo primero que debemos hacer?
- Bueno - dijo Michaelmas con voz tranquila -, seguimos teniendo el problema de cómo
manejar a Norwood y Limberg. Habrá que tomar alguna clase de medidas, y deprisa. Creo
que sería muy molesto que uno de los dos perdiera la paciencia y se dedicara a pregonar
en voz alta su error convencido sinceramente de que está diciendo la verdad, ¿no?
- Desde luego. - Frontiere sonrió.
- Por lo tanto - siguió diciendo Michaelmas -, sugiero que vuestro laboratorio repita
inmediatamente esas pruebas y que Norwood asista a ellas. De hecho, que sea él mismo
quien las lleve a cabo. Y cuando consiga el resultado correcto, que llame a Limberg y se
lo comunique. Equivocarse no es ninguna vergüenza. No haber esperado a utilizar
vuestro laboratorio y vuestros programas de ordenador para el análisis de piezas es,
como mucho, un pecado venial de impaciencia. Es natural que vuestro equipo sea más
sutil y concienzudo que cualquiera de las improvisaciones que Norwood y Limberg
pudieran conseguir utilizando los programas médicos de Limberg. Y Limberg
comprenderá que hasta no haber logrado identificar a los auténticos culpables, mantener
un silencio absoluto sobre la existencia del emisor es la mejor manera de descubrirlos.
Frontiere pestañeó.
- Piensas deprisa, Laurent.
- Gracias.
Frontiere le miró con un leve fruncimiento de ceño.
- Quizá tengamos dificultades. Puede que Norwood no esté dispuesto a aceptar unos
resultados distintos de los que descubrió trabajando por su cuenta.
Michaelmas miró hacia el otro extremo del pasillo.
- Bueno, quizá descubras que ahora no está tan seguro de sí mismo como aparentaba.
Quizá esté más dispuesto a tomar en consideración la posibilidad de que sus facultades
puedan cometer algún que otro error.
Los ojos de Frontiere siguieron la dirección de la mirada de Michaelmas. Norwood
estaba sentado con un talón apoyado en el extremo del asiento, la mandíbula pegada a la
rodilla. Tenía las manos sobre la espinilla y sus pulgares masajeaban distraídamente el
músculo de la pantorrilla, en silencio, con los ojos clavados en la ventanilla como si
estuviera haciendo inventario de todos los objetos familiares de su juventud mientras que
el autobús corría por entre los primeros edificios e instalaciones del perímetro. Frontiere
frunció el labio inferior y enarcó una ceja, mirando a Michaelmas.
- Eres un gran observador. - Se puso en pie con un gesto lleno de gracia y fluidez -.
Discúlpame, iré a hablar con él. - Sus dedos se posaron sobre el hombro de Michaelmas -
. Conociéndote siempre se aprende algo - le dijo.
Michaelmas sonrió.
- Bien, Domino, felicitaciones - dijo cuando Frontiere se hubo alejado por el pasillo.
- Me limité a captar tu indirecta y llevarla a la práctica. Y ahora, las noticias de mayor
interés. A decir verdad, lo que hice fue influir sobre los aparatos de análisis de la CANU
para que produjeran los resultados que deseábamos. Un físico molecular que domine su
oficio y lea los listados podrá determinar con toda exactitud qué grupo terrorista plausible
y totalmente digno de tal adjetivo ha fabricado el emisor. Sin embargo, la descripción no
ha tenido que ser manipulada al cien por cien.
- Ah, ¿no?
- Daugerd jamás podría descubrirlo limitándose a examinar los hologramas. Los
programas de la CANU jamás lo habrían encontrado sin un poco de ayuda. La diferencia
es muy sutil. Pero está allí; hay algo en los electrones...
- ¿Algo en los electrones?
- Se trata de... Sí, están bien; quiero decir que ocupan los sitios correctos y que su
número es el adecuado, por lo que se puede ver, y sin embargo... Bueno, lo que hice fue
repetirlo todo por mi cuenta; construí otro emisor, por así decirlo, y utilicé los criterios guía
para materiales que encontré almacenados en los bancos de datos físicos del Tecnicón
Electrónico de la Diligencia Popular en Dneprodzerzhinsk. Y son distintos. Los dos
emisores no..., no encajan el uno con el otro, y deberían encajar; esa maldita cosa está
llena de moléculas proclamando a voz en grito que es una hermana de sangre de diez mil
piezas como ella recién salidas del complejo fabril del Dniéper. Bueno, sí, lo parece, pero
en realidad es una prima segunda bastarda que finge ser una auténtica melliza.
- ¿Puedes darme más detalles?
- Yo... No. Creo que no.
- ¿Estás diciéndome que el emisor fue producido por alguna organización parecida a
los grupos disidentes habituales?
- No. No lo creo. No creo que... Bueno, no creo que haya ningún material exactamente
parecido al que utilizaron.
- Ah. - Michaelmas se hundió un poco más en su asiento. El autobús entró en la zona
de sombra proyectada por la Torre de Control y las ventanillas se aclararon. El paisaje
que había más allá de las sombras se convirtió en una llamarada blanca -. ¿Y sientes lo
mismo que percibiste en el sanatorio?
- Yo... No sabría decírtelo. Probablemente. Sí. Creo que sí. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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