X


[ Pobierz całość w formacie PDF ]

mi cuadro. Miss Churm nunca hab�a vuelto a aparecer, y la Sra. Monarch pensaba que yo muy apropiadamente
la escond�a porque ella era vulgar; mientras que perderla a ella ser�a, del mismo modo que se pierde a los
muertos que van al cielo, para acceder a la condición de �ngel por lo menos.
Para ese tiempo, en cierto modo yo hab�a comenzado ya el Rutland Ramsay, la primera novela de la gran serie
proyectada; esto es, hab�a producido unos cuantos dibujos, algunos con la ayuda del Mayor y de su esposa, y
los hab�a enviado para su aprobación. Mi acuerdo con los editores, como ya he se�alado, era que me dejaban
hacer el trabajo, en este caso particular, como yo quer�a, y que me adjudicaban todo el libro, pero mi
participación en el resto de la serie era sólo contingente. Hubo momentos, en que, francamente, era confortable
tener lo real a mano; porque hab�a personajes en Rutland Ramsay que se les parec�an mucho. Hab�a gente
presumiblemente tan enhiesta como el Mayor y mujeres de tan buena presencia como la Sra. Monarch. Hab�a
bastantes escenas de vida campestre -tratadas, es verdad, de un modo fino, fantasioso, irónico y generalizado-
con una presencia considerable de enaguas y trajes t�picos. Hab�a ciertas cosas que ten�a que establecer desde el
comienzo; como por ejemplo la apariencia exacta del h�roe y la particular aparición de la figura de la hero�na.
El autor desde luego me daba una pista, pero hab�a un margen de interpretación. Les habl� a los Monarch con
confianza, les dije francamente en lo que andaba, mencion� mis dificultades y alternativas. ��Oh, tómelo!�,
murmuró la Sra. Monarch dulcemente, mirando a su marido; y ��Qu� m�s podr�a querer que mi esposa?�
preguntó el Mayor con el apacible candor que ahora prevalec�a entre nosotros.
No estaba obligado a responder a estas observaciones, sólo estaba obligado a situar a mis modelos. Me faltaba
aplomo y propuse, quiz� con timidez, la resolución de mi interrogante. El libro propon�a numerosas escenas,
abundaban las figuras. Trabaj� primero algunos episodios en los que ni el h�roe ni la hero�na interven�an.
Cuando una vez los incorpor�, deb� haberme atenido a ellos, pero no pod�a representar al joven de siete pies de
altura en un lugar y de cinco pies nueve en otro. Yo me inclinaba por completo a la �ltima medida, aunque el
Mayor m�s de una vez recordó que �l se ve�a tan joven como cualquiera. Era por cierto muy posible arreglar la
figura, de modo que fuera dif�cil detectar su edad. Un mes despu�s de tener al espont�neo Oronte conmigo y de
haberle dado a entender varias veces que su natural exuberancia pod�a convertirse en una barrera insalvable
para otros proyectos, me di cuenta de su capacidad heroica. Ten�a sólo cinco pies nueve de altura, pero las
pulgadas que le faltaban estaban latentes. Lo prob� casi en secreto al principio, porque realmente ten�a bastante
miedo del juicio que mis otros modelos hicieran de tal elección. Si la consideraban a Miss Churm poco menos
que una tramposa, �qu� iban a pensar de una persona que estaba tan lejos de lo real como un vendedor callejero
para protagonizar a un joven formado en la escuela real?
Si les ten�a un poco de miedo, no era porque me acosaran, me persiguieran u oprimieran, sino porque en su
pat�tico decoro y en su misteriosa y permanente ansia apelaban intensamente a m�. Me puse por lo tanto muy
contento cuando Jack Hawley vino a casa: era el consejero ideal. Pintaba mal, pero nadie mejor que �l sab�a
poner el dedo en la llaga. Se hab�a ido de Inglaterra por un a�o -a cualquier parte, ni me acuerdo dónde- para
tomar aire fresco. Yo le ten�a bastante aprensión, pero �ramos viejos amigos; hab�a estado lejos muchos meses
y un sentido de vacuidad embargaba cada vez m�s mi vida. No hab�a conseguido desviar ni un dardo en un a�o.
Vino, con los sentidos renovados, pero con la misma camisa de terciopelo negro, y la primera noche que pasó
en mi estudio fumamos hasta tarde. No hab�a hecho nada, sólo mirar; de modo que hab�a v�a libre para que le [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • sklep-zlewaki.pev.pl

  • Drogi uĚźytkowniku!

    W trosce o komfort korzystania z naszego serwisu chcemy dostarczać Ci coraz lepsze usługi. By móc to robić prosimy, abyś wyraził zgodę na dopasowanie treści marketingowych do Twoich zachowań w serwisie. Zgoda ta pozwoli nam częściowo finansować rozwój świadczonych usług.

    Pamiętaj, że dbamy o Twoją prywatność. Nie zwiększamy zakresu naszych uprawnień bez Twojej zgody. Zadbamy również o bezpieczeństwo Twoich danych. Wyrażoną zgodę możesz cofnąć w każdej chwili.

     Tak, zgadzam się na nadanie mi "cookie" i korzystanie z danych przez Administratora Serwisu i jego partnerĂłw w celu dopasowania treści do moich potrzeb. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

     Tak, zgadzam się na przetwarzanie moich danych osobowych przez Administratora Serwisu i jego partnerĂłw w celu personalizowania wyświetlanych mi reklam i dostosowania do mnie prezentowanych treści marketingowych. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

    Wyrażenie powyższych zgód jest dobrowolne i możesz je w dowolnym momencie wycofać poprzez opcję: "Twoje zgody", dostępnej w prawym, dolnym rogu strony lub poprzez usunięcie "cookies" w swojej przeglądarce dla powyżej strony, z tym, że wycofanie zgody nie będzie miało wpływu na zgodność z prawem przetwarzania na podstawie zgody, przed jej wycofaniem.