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mientras ca�a.
Estaba herida. Pude oler la sangre brotar de ella.
Entonces perd� la noción de lo que hac�a. No estaba totalmente consciente, pero mis
recuerdos latentes me dijeron luego que me arrastr� hasta ella, con mi cuerpo pegado a
los troncos. Los humanos dispararon varias veces m�s desde la orilla, y Tom�s,
desconociendo la herida de Jesusa, los maldijo, maldijo la corriente que no nos estaba
llevando lo bastante deprisa m�s all� de su alcance, y maldijo su rifle roto...
Alcanc� a Jesusa, que estaba inconsciente, sangrando por el abdomen, y me conect�
a ella.
Ahora s� estaba literalmente inconsciente. No hab�a nada trabajando en m�, excepto el
conocimiento que ten�a mi cuerpo de que Jesusa le era necesaria, y de que ella morir�a
de su herida si �l no la ayudaba. Mi cuerpo trataba de hacer por ella lo que hubiera hecho
por s� mismo. Incluso, aunque hubiera estado consciente y hubiese sido capaz de decidir,
yo no hubiese podido hacer m�s. Su ri�ón derecho y los grandes conductos sangu�neos
conectados a �l hab�an sido gravemente da�ados. Su colon tambi�n hab�a resultado
da�ado. Estaba sangrando por dentro y envenen�ndose con sus desechos corporales.
Por fortuna estaba inconsciente, o su dolor hubiera podido hacerla moverse antes de que
yo consiguiera conectarme a ella. No obstante, una vez estuve dentro, ya nada me podr�a
haber sacado.
Fuimos arrastrados por la corriente m�s all� del alcance y, al parecer, m�s all� del
inter�s de los resistentes. Yo estaba recuperando el conocimiento cuando Tom�s reptó
hasta nosotros. Lo vi quedarse helado cuando vio la sangre, lo vi mirarnos, abalanzarse
hacia nosotros, haciendo tambalearse la balsa, y luego detenerse justo antes de tocarnos.
 �Est� viva?  susurró.
El hablar fue todo un esfuerzo.
 S�  le contest� al cabo de un momento. No pod�a lograr m�s.
 �Qu� puedo hacer para ayudar?
Dos palabras m�s:
 A casa.
Despu�s de eso no le fui de la m�s m�nima ayuda. Ya ten�a bastante con mantener a
Jesusa inconsciente y viva, mientras mi propio cuerpo insist�a en continuar su desarrollo y
cambio. No pod�a curarla r�pidamente. Ni siquiera estaba totalmente seguro de poderla
curar. Hab�a contenido la p�rdida de sangre e impedido que sus productos fecales la
envenenasen. Sin embargo, me pareció que pasaba mucho tiempo antes de poder cerrar
el agujero de su colon e iniciar el complicado proceso de regenerar un nuevo ri�ón,
puesto que el herido ya no era salvable. �ste lo us� para alimentarla, lo cual implicaba el
descomponer el ri�ón en sus componentes �tiles y aliment�rselos a ella misma por v�a
intravenosa. Fue la alimentación m�s nutritiva que hab�a tenido en muchos d�as. Eso era
parte del problema: ni ella ni yo est�bamos en unas condiciones especialmente buenas.
Me preocupaba el que mis esfuerzos de regeneración pudieran disparar su problema
gen�tico, as� que trat� de mantenerla vigilada. Luego se me ocurrió que podr�a haberla
dejado con un sólo ri�ón, hasta que hubiera terminado con mi metamorfosis y fuese capaz
de cuidarla de un modo adecuado. S�, eso es lo que deber�a de haber hecho.
No lo hab�a hecho porque, a alg�n nivel, tem�a que Nikanj se ocupase de ella si no lo
hac�a yo. No pod�a soportar la idea de que la tocase, o de que tocase a Tom�s.
Ese pensamiento me impulsó con m�s fuerza de lo que hubiese podido hacerlo
cualquier otra cosa. Tanto, que casi me hizo pasarme del lugar de vivienda de mi familia.
De alg�n modo, el olor de casa y mi familia logró llegar a m�.
 �Tom�s!  grit� roncamente. Y, cuando vi que contaba con su atención, se�al� :
�Mi casa!
Logró llevarnos hasta la orilla, a alguna distancia despu�s de pasar la caba�a de mi
familia. Vadeó hasta tierra y tiró de la balsa para acercarla todo lo posible a la orilla.
 No hay nadie por aqu�  dijo . Y no se ve ninguna casa.
 No quer�an que se les viera f�cilmente desde el r�o  le dije. Me desprend� de Jesusa
y la examin� visualmente: nada de nuevos tumores, una piel lisa bajo los sucios y
sanguinolentos harapos en que se hab�a convertido su ropa. Una piel suave recubriendo
su abdomen.
 �Est� bien?  preguntó Tom�s.
 S�. Ahora est� dormida. Pero he perdido la cuenta..., �cu�nto tiempo ha pasado
desde que le dispararon?
 Dos d�as.
 �Tanto...?  Enfoqu� con los tent�culos sensoriales, y vi pruebas de la carga de
preocupaciones y trabajo que hab�a llevado sobre sus espaldas. No se me ocurrió nada
m�s adecuado que decirle : Gracias por haber cuidado de nosotros.
Sonrió cansinamente. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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